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Llamado de invierno


Ella no quiere atrapar ningún
movimiento
sino la inanimada sabiduría de las cosas

Sí en cambio, si fuera posible
lugares que no están en ninguna parte
un instante detenido
los colores de los recuerdos imprecisos

Atmósferas limpias pero sin cielos

El estático territorio que sabe
del secreto de las cosas

Las pinturas de Silvina
rememoran la serena belleza de
un estanque

Cada mínima brisa rompe una y otra
vez la tranquila belleza del
quieto espejo

Ella quisiera pintar
ese instante en el que no lo hace

La paleta de alguna parte que no es esta
los mensajes de un sitio que conoce silencios

Tal vez lo imposible
la voz y la mirada de las estatuas
la parte oscura de la nieve

Algo que hemos visto pero nos dicen
que no es cierto

Como la infatigable palidez de la luna

 

Patricia Rizzo,

Buenos Aires, 2007

Aproximaciones al retrato

Toda aproximación implica una distancia, en el sentido de la adopción de un punto de vista. Y Silvina Resnik decide abordar el género del retrato con cierto desapego estratégico, lo cual aporta a sus figuras un anonimato esencial, como si la artista dotara de escasos rasgos de individuación a esos rostros y cuerpos de jóvenes y niños,  apenas bosquejados, en una identificación que se hace sólo aparentemente explícita en la literalidad del nombre en tanto título; los protagonistas parecen más cómodos – y  paradojalmente más reveladores – cuanto menos se los "moleste" adjudicándose les un protagonismo excesivo. Resnik es la intérprete en clave baja del retablo hogareño, de una domesticidad o, mejor dicho, de una cotidianeidad domesticada, donde la singularidad y, porqué no, el misterio se percibe en lo que nunca llama demasiado la atención, en lo taciturno, incluso en lo presuntamente inexpresivo.

La vocación de Resnik es la de mantenerse próxima a sus retratados, aunque tratándolos con una suerte de indiferenciación programática, dejando entrever no obstante la intensidad de su mirada para encontrar el punto justo de esas poses anti-manieristas, desganadas de impostación  artística.

 Deudora de resonancias que llevan a Vuillard, Seurat o Matisse, Resnik apela a recursos cercanos al croquis para construir, en sensible geometría, la somera aparición de sus personajes; la cualidad neta del trazo no le hace perder calidez ni sutileza para captar, o inventar, en ellos, vistos de una vez y en ese particular momento, lo mínimo indispensable, para dedicarse luego, con  morosidad, a elaborar los intermezzos tonales y los contrapuntos de semipenumbra ,luz y sombra, que modelan climáticamente el ambiente y suman carácter al motivo principal. El disimulado lirismo del dibujo de Resnik conversa con su objeto refugiado en si mismo, desmotivado de cualquier altisonancia.

                                                                                         

Eduardo Stupia,

Buenos Aires, agosto 2008

Parque Saavedra Instantáneas

 

Puede afirmarse que la intimidad sigue siendo el tema recurrente de Silvina Resnik, aunque en ella el término debe entenderse en la acepción más anímica, espiritual si se quiere, y no tanto como correlato de la privacidad. Por eso, estas figuras que ahora ubica en un espacio público, esa escenografía del tiempo libre que es el parque en el trazado urbano, están ahí, en plein air, sin que hayan asumido en sus actitudes y acciones una pose demasiado diferente a aquella que les sería propia en el cobijo de un interior. Es como si la amplitud y la expansión espaciales, la luminosidad atmosférica, la cálida intemperie hedonista, no impusieran necesariamente una mayor vitalidad explícita a esos personajes; se los ve recogidos, con una economía energética análoga a una economía pictórica que, al bosquejarlos apenas, sin ninguna vocación de aportarles identidad, les da, paradójicamente, una fuerte carga de individuación.

Incluso aquellas situaciones típicas de plazas, parques y jardines – el señor que pasea el perro, los chicos de picnic – parecen aquí apenas activas, doblegadas ante esta palpitante lasitud acompasada, como si un éter reflexivo impregnara la refulgente escena y pusiera todo en un tiempo aparte, no solo tópicamente aparte del trajín ciudadano, como quiere la mitología de los espacios verdes, sino también ajeno a toda ansiedad de representación, a toda aparatosidad narrativa.

En todo caso, la fiesta es la del acto de pintar, aunque invariablemente se trata de una exaltación bien temperada. El modo de pintar de Resnik es virtualmente un rito de pasaje; el movimiento de la pincelada logra nombrar las cosas sin detenerse en ellas. La imprescindible modulación cromática y volumétrica se nutre de la aceleración virtuosa del gesto en la ágil, vibrante sumatoria e interrelación de segmento, en el contrapunto de las grandes unidades de sutura óptica – a la manera del entretejido centimetral impresionista – que, por momentos, incluyen la audacia de imponer trazos de una extensión tan inaudita en cuanto a su relación con las dimensiones del lienzo que bordean la descomposición abstracta.

A la vez, detrás o al mando de este dinamismo constructivo, el pintor se ha detenido discretamente para prestar atención a quien esta allí y que, mas allá de la referencia, de la anécdota,  se hace visible e invisible a la vez en ese instante en que ha sido descubierto, intacto e intensamente palpable, tan familiar como desconocido, observado desde un punto de vista perfecto, ni tan cerca ni tan lejos, sin molestarlo con una proximidad descriptiva que perturbe ese silencio narrativo personalizándolo, ni tampoco desapegándose de él como si se tratara meramente de un elemento más en la composición.

Es sobre una indefinible bisagra donde Resnik se mueve firme y amorosamente, con enorme naturalidad, entre ámbito físico e interioridad, entre connotación evidente y ensayo lírico, entre la decidida orquestación temperamental del color y la forma, y la retirada de toda impostación del cuadro a un estatuto más meditativo. La artista impone no sólo una lección de gran estilo, sino la noción de que pintar es saber como ubicarse frente al objeto que se pinta, lo cual equivale a decir que es examinar cómo ubicarse frente a la pintura

.

Eduardo Stupia

Buenos Aires, septiembre 2009

Alguna realidad

La temática integradora es el espacio público. Escenas que transcurren en un parque, pasajeros de trenes subterráneos –concretamente tomadas de usuarios de la línea D-, y también un grupo de chicos jugando en la vereda.

Es difícil establecer si es prioritario para Resnik encontrar un tópico que dispare las imágenes, o simplemente se trata de excusas para el regodeo de dibujar y pintar, para acceder a justificar la representación.

Las delicadas pinturas que presenta Silvina reproducen escenas que ha elegido y que han sido cuidadosamente estudiadas, fotografiadas y seleccionadas entre muchas. Su investigación anticipada de los elementos y la caza de imágenes que realiza como estudio previo se acercan más a una performance que a la recolección de elementos aptos para un boceto, aunque esas acciones queden luego relegadas sólo al terreno de la investigación y no se constituyan en parte integrante del cuerpo de obras a exhibir.

Toda esa búsqueda resulta poco frecuente sobre todo cuando concluye muchas veces sólo en un detalle, o en la sucesión de una serie de particularidades. Su aproximación es entonces, a través de numerosas miradas, por medio de un acercamiento que rodea la escena a reproducir desde numerosos ángulos como modalidad de estudio previo.

La atmósfera que logran sus pinturas es muy inquietante. Las texturas desencadenan un atractivo particular. Hay elementos poco definidos, que se asoman, y definen parte del clima imperante en las composiciones. Muy equilibrados, sus trabajos transmiten armonía y afectividad. Apenas bosquejados, no aparecen líneas identificables en los rostros, ni en las cosas; sólo el rastro sutil de los trazos, deliberadamente detenidos, justo un instante antes de que todo se manifieste a pleno, identificable. 

En una deliberada sintonía con los semitonos, con persistencia en las acertadas elecciones de trazo y de color, Resnik se aproxima a una pintura que la identifica, cuya fuerza radica precisamente, en su serena intensidad.

 

Patricia Rizzo

Buenos Aires, septiembre, 2010

Entrevero

Los dibujos que seleccioné para la presentación, responden a un título común, "Entrevero". Estos dibujos surgen a partir de ideas, pensamientos, imágenes y citas que se entrelazan o mezclan, dando pie a diferentes lecturas.

"Entrevero", surgió, por un lado, de mi interés por dibujar algunas escenas de interior, con adolescentes en situación de lectura, de reposo o durmiendo. 
Hay una relación entre estos dibujos y otros realizados años atrás sobre estas mismas chicas cuando eran nenas. Supongo que hay una búsqueda en relación al paso del tiempo, al movimiento, a lo incierto, al cambio, a aquello que está entre dos cosas: ese momento entre el sueño y la vigilia en que queda cuestionado el concepto de lo real, el cambio que se produce después de alguna lectura que nos conmueve y nos hace ver el mundo desde una óptica diferente.
Por otro lado estás escenas armadas en el living de mi casa a modo de puesta teatral,  fotografiadas y luego dibujadas a partir de las fotografías, intentan revivir o recrear la adolescencia junto a mis hermanas, esos momentos de ocio o de lectura. Colabora con esta idea la presencia del libro como objeto físico y no digital, que habla más de mi adolescencia que de la actual. Aunque, por su contenido, los libros representados no remiten a aquella época, sino más bien a algunos de mis intereses actuales en la pintura o la literatura: Balthus, Hockney, Henry James, quienes han cambiado mi manera de percibir y mirar.
Finalmente está mi interés por el retrato, más como un género de identificación universal que individual. No hay una pretensión del parecido, más bien una identificación con la situación de ocio o de lectura. En algunos trabajos, en que los personajes están apenas bosquejados, me interesa la búsqueda del gesto, de la inmediatez, de esa necesidad de andar liviana, de entender la vida esencialmente como presente, como instante.

Silvina Resnik

Buenos Aires, junio 2015
 

Y la noche cae

El conjunto de obras “Y la noche cae, como el azul sobre el papel” pertenece a la serie Entrevero, que tiene como temática escenas de adolescentes en situación de lectura, de reposo o durmiendo. Y la noche que cae, una cita impresionista que intenta reflexionar sobre la inmediatez y fragilidad de la vida, expresada en la materia rápida sobre el papel. 

Silvina Resnik

Buenos Aires, 2017

La camisa de mi padre o los colores de mi sangre

Este trabajo hace alusión a los diferentes orígenes de mis antepasados: ruso, rumano, español, italiano, argentino. Una camisa de mi padre que uso para pintar funciona como soporte o tela que aloja los colores de las banderas, mezcladas como mi sangre. El árbol remite al árbol genealógico. La obra alude también al exilio, lo transitorio e impreciso del concepto de identidad y el deseo de convivencia entre diferentes culturas.

 

Silvina Resnik

Buenos Aires, 2018

Intimidad de los parques

Es un placer para las almas devenir húmedas.

Heráclito

 

Pintar es detenerse, aunque en la pintura esa detención es paradójica, porque desborda de movimiento. La somera síntesis de arquitectura paisajística que es la base estructural para las líricas escenas de Silvina Resnik excede la mera resolución compositiva para revelarse como una programática pausa de reflexión estratégica e impregnación contemplativa. La artista define las proporciones armónicas y las magnitudes del punto de vista con un dibujo que se detiene en lo estrictamente necesario. Es casi fantasmático el susurro de los trazos elementales que fijan el encuadre, el ámbito y los personajes de corporeidad casi indistinguible, para urdir, más que un motivo, una virtual caja de resonancia donde irrumpen el arrebato urgente, el raudo pasaje activo de pinceladas y manchas en feroz vendaval, empapando de acuosa pasión la epidermis del soporte con un carnal borbotón de matices ardientes, llagas solariegas y oceánicas vibraciones.

Todo vibra y se exalta en este tórrido paseo; el cielo y la tierra, el césped y el follaje, la floración y el trueno se imbrican en animista acorde múltiple con las figuras que, dándonos la espalda, miran desde adentro del cuadro lo que ocurre en el mismo cuadro, junto a las otras que resumen la viñeta familiar, las que adoptan las escuetas poses de un ocioso hedonismo, las solitarias, las enamoradas.

Al comando de una restallante paleta, Resnik expande el artificio ambiental con el que ha sabido subsumir la ilusionada rapsodia del jardín mítico con la urbanística vitalidad del parque público, y con idéntica, iluminada naturalidad convierte la sensible subjetividad acuosa de su mirada siempre íntima en una testimonial summa poética de postales comunitarias.

 

Eduardo Stupia

Buenos Aires, marzo 2020

Catarsis 

 

“Como en una vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida…” (Discépolo)

 

Las obras de esta serie fueron realizadas durante la pandemia en el transcurso del año 2020. La música de jazz brinda la atmósfera a un conjunto de collages que combinan el trazo grueso y gestual de la línea, textos e imágenes de los diarios de esa época y planos de color saturado. Las figuras fueron realizadas a partir de una jam de dibujo virtual transfeminista. Cuerpos delineados, atravesados por una tragedia, eco de otras tantas.

Silvina Resnik

Buenos Aires, marzo 2023

Sobre Un horizonte ampliado 

De La Línea que camina

I. Una  línea es una sucesión de puntos en el espacio o en el plano. Los puntos, que pueden llegar a ser infinitos, están interrelacionados entre sí. Si están orientados en la misma dirección forman una línea recta y si la trayectoria cambia se arma una curva. La línea que camina es un colectivo artístico que se encuentra orientado constantemente al cambio. 

Andrea Racciatti, Silvina Resnik, Cristina Rochaix, y Susana Schnell trabajan juntas desde 2015. Las artistas -con producciones visuales muy diversas entre sí- hallan en este espacio de sociabilidad un poderoso dispositivo para realizar proyectos expositivos que nacen de un asiduo y sostenido intercambio de afectividad y trabajo alrededor de las obras de cada una y de la producción en conjunto. La línea es un colectivo autogestivo articulado a partir de la tecnología de la amistad, técnica definida por el artista argentino Roberto Jacoby  como el hacer y pensar con otros. 

 

II. Si la historia de los grupos de artistas es de larguísima data, en Argentina la noción de colectivo es de expansión recientemente. Con el cambio de milenio y más precisamente con la crisis política, económica y social que atraviesa Argentina en el 2001 surgen nuevas formas en torno a la práctica artística, una de ellas es la del trabajo colaborativo. En paralelo a la proliferación de asambleas barriales que toman los centros urbanos de distintas ciudades en el país, los artistas en medio del estallido social comienzan a reagruparse en vistas a la autogestión. 

 

Esta forma de organización habilita fluidos intercambios de lazos y miradas a la vez que genera una nueva dinámica en torno al armado de proyectos como exhibiciones, talleres o encuentros. También funciona como sostén en un contexto de inestabilidad, una forma de vivir y sentir habitual con el que la Argentina convive hace muchas décadas. El statement de La línea que camina advierte: En esta situación del estado litigioso del mundo, de fragilidad, transitoriedad y desarraigo, nuestro proyecto es una manera de andar y crear ámbitos de intercambio que generen cruces y tiendan puentes entre las personas. Proponemos desde la acción artística encontrar respuestas que ayuden a reunir fragmentos identitarios dispersos, con el propósito de construir y enriquecernos en esa diferencia.

 

Un horizonte ampliado surge de las lecturas compartidas, especialmente del encuentro con Instrucciones para subir una escalera al revés, de Julio Cortázar, al que las artistas toman como punto de partida para realizar un puzzle de obras. Una instalación colectiva.

 

III. Comenzamos por la definición de una línea, seguimos con la idea del colectivo, ahora le llega el momento a la línea curva, esa que desplaza la unidireccionalidad, que remite al cambio pero… ¿Qué es el cambio? ¿Podría pensarse como lo hace Lauren, la protagonista de la saga de parábolas distópicas¹ escritas por la norteamericana Octavia Butler, como una fuerza o entidad poderosa? Mientras que Lauren intenta salvarse y fundar una nueva comunidad en un mundo que está totalmente devastado la acompaña un diario y en una de sus entradas escribe:

 

Y, sin embargo, toda criatura

Acaba expulsada del paraíso:

Al crecimiento y la destrucción,

a la soledad y a una comunidad nueva,

a un inmenso, y constante

Cambio².

 

De esto se trata La línea que camina, una unión que no marcha en línea recta, que no avanza sino transita, ampliando el horizonte que deja de ser plano. Se trata de una colectiva que tiene la potencia de la sororidad, la potencia del Cambio. 


 

Lara Marmor

Buenos Aires, abril 2023

¹ La Parábola del sembrador (1993) y La Parábola de los talentos (1998).

² Butler, Octavia, La parábola de los talentos, Capitán Swing, Madrid, 2021. PP. 121

La Espesura

 

El haiku, poesía japonesa breve, por lo general expresa la fascinación contemplativa del poeta por la naturaleza, en especial si ello entraña el paso del tiempo y de las estaciones. También es común que se refiera a la vida cotidiana de la gente.

 

Su estilo suele ser sencillo, natural, sutil y austero. Ofrece la mirada del poeta a partir de los detalles y de lo sensible, lejos de los conceptos abstractos.

 

Encuentro que el haiku expresa muy bien lo que siento al realizar mis pinturas, pues en ellas están presentes la misma fascinación contemplativa: el asombro ante la naturaleza, la observación del mundo cotidiano y de las personas que se vinculan con un entorno natural.

 

Temas recurrentes en mi obra son la fugacidad del tiempo, la levedad del instante, la fragilidad, la búsqueda de la belleza. En estas pinturas intento expresarlos a través de la materia delgada, transparente y acuosa de la acuarela, la presencia de los blancos del papel y la fragilidad del soporte. Así, en una alquimia particular, el papel que proviene de la naturaleza deviene soporte, pero también línea, dibujo o plano. 

El proceso pictórico comienza con fotografías sacadas con el celular, instantáneas que tomo en paseos por mi entorno natural cercano y por los parques de Palermo. A partir de la observación de las fotografías produzco una serie de tintas que luego ensamblo entre sí a la manera del collage, lo que reconfigura un nuevo paisaje. Este nuevo dibujo es traducido luego al color, a la pintura.

La belleza de la naturaleza está ahí, al alcance de todos, e invita a entrar a otros mundos a través de la pintura.

 

Silvina Resnik

Buenos Aires, abril 2023

La belleza de las acuarelas de Silvina y nuestra amistad.

 

Silvina, tu obra me lleva a ti, amiga, a recordar tantos momentos que pasamos juntas, mejor dicho, que vivimos juntas. Imágenes que se superponen y nos sitúan en diferentes lugares y contextos. Formamos parte de ese equipo que nos constituye como mujeres y artistas, La línea que camina, junto a Susana Schnell y Cristina Rochaix, colectivo artístico que tan amorosamente supimos construir y mantener a lo largo del tiempo. 

Hoy, desde el otro lado del océano, desde este lugar donde elegí vivir desde hace muy poco tiempo, observo las fotos de tus acuarelas, tan bellas, tan puras, tan simples. Una sutileza que pudiste encontrar después de años y arduas sesiones de trabajo. Doy fe de tu amor infinito por lo que hacés, de tu entusiasmo y de la gran capacidad de producción que tenés. Yo lo sé porque te he visto descartar series y series de trabajos hasta encontrar el punto justo, casi como una equilibrista que no puede inclinarse ni un milímetro más porque se cae. Así tu obra. Sos una gran exploradora que se hace carne en los bosques, en la foresta, y en aquellos que la habitan por placer. Lo tuyo es casi un juego cuyo fin es la búsqueda de la belleza: observar y fotografiar del natural para que la línea se ocupe de hacer visible tus visiones. Pero eso no basta, luego deviene el recorte y el armado de un gran collage que dará lugar a tus figuras de color.

Y aquí pasamos a otro tema, porque el color también es un “gran tema” para vos y tus experimentaciones. Colores quebrados y saturados, paletas armoniosas que aplicás con precisión en esos papeles blancos inmaculados, a veces mediante una textura delgada de materia la mancha va cobrando forma, en otros casos volvés a insistir, a superponer, capa por capa, así como mi memoria ahora mismo me lleva a escribir estas líneas para tu muestra en la que no voy a estar de cuerpo entero, pero sí de corazón.

Mi corazón junto al tuyo en estas acuarelas en donde las figuras se mueven en esos entornos naturales, donde se esconden o se dejan ver, solas o en grupo, pero siempre a resguardo, así como nuestra amistad. A veces las plantas, los árboles, parecen ganar más importancia que la figura misma, pero en otras ocasiones está ella, o están ellos cobijados por un cielo de tonos verdosos. Un cielo- foresta que cobija esas figuras anónimas y las hace brillar. Brillan como nosotras cuando trabajamos juntas, cuando nos escuchamos, cuando intercambiamos apasionadamente nuestro pensamiento y nuestras vidas. Esta muestra la llevaré en el corazón, porque, además, podrá verse en UMSA, un lugar querido por todo lo que hemos aprendido y compartido entre profesores y alumnos. 

Te extraño Silvi, extraño verte pintar inmersa en tu deseo, extraño verte grabar esos papeles de hojas que acompañan a tus acuarelas sumando una capa más, una memoria más de esa exhalación casi quirúrgica, jadeante y exuberante que es tu obra. Cuando inaugures esta muestra, en un huso horario diferente al mío, voy a estar brillando con vos y haciendo equilibrio también con vos, en esa cuerda floja que decidimos transitar desde hace mucho tiempo. Porque es así la vida, como tus pinturas, siempre buscando ese punto más cercano al deseo que late. 

Temperatura, tiempo, fugacidad, delgadez, acuoso, color, línea, despliegue, fortaleza, amor, amor.

 

Andrea Racciatti. 

Barcelona, febrero de 2025.

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